Por Daniel Hernández García
Mi columna de esta semana, trae a cola la entrevista del
lunes pasado en el diario El Mundo al miserable de el carnicero de
Mondragón, que trae detrás de si 20 muertos y otros tantos heridos. Desde hace
tiempo, siempre he querido dedicar unas palabras de afecto y agradecimiento, a
todos esos héroes anónimos que pelearon y lucharon por defender la paz y la
democracia en el País Vasco.
Los años duros del terrorismo, no trajeron sólo 800 y tantas
víctimas. También una herida muy profunda en la sociedad vasca, donde el
germen del odio y la confrontación sigue imperando en amplios sectores, que
con suerte, van decreciendo. La mayor admiración que un demócrata puede tener,
aparte de hacia todos aquellos que por motivos agónicos y de sufrimiento por sus
familias tomaron la decisión de abandonar el País Vasco, hacia todos aquellos que
aguantaron el chaparrón e intentaron con todas sus fuerzas acabar con el clima
violento incesante de unos totalitarios sin compasión alguna.
Aunque el hecho y la realidad del terrorismo ha sido la
mayor lacra de la sociedad vasca, no podemos obviar todas las consecuencias de
ese pensamiento de odio hacia todo un sector de la población vasca. Las ideas
equivocadas del mal llamado Ejército de Liberación Vasco, han propiciado la
utilización de caminos equivocados por parte de un sector ideológico, más que
respetable, pero que han amparado el asesinato de los totalitarios.
A día de hoy, es difícil afrontar las consecuencias de los
años del horror. Los años fríos de otros tantos individuos que no sabían si
volverían con vida a casa. Los años de la justificación, del escarnio, de la
frialdad ante los llantos en silencio del sufrimiento de muchísimas familias,
más allá de su condición ideológica. Atónitos, se podría quedar cualquier
demócrata y pacifista convencido, cuando estos “señores” fueron capaces de
matar a Ernest Lluch o al eterno Miguel Ángel Blanco, tan sólo por el simple
hecho de no seguir los dictámenes de unos fascistas, amparándose en la
voluntad (más bien des-voluntad) del pueblo vasco.
Gracias a todos esos héroes, a los cuales hay que añadir a
los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, la violencia de ETA ha desaparecido
(faltando aun la desaparición para siempre). Ahora toca afrontar, el cierre de
las heridas profundas propiciadas por tantos años de dolor y angustia. Toca
enseñar, más allá de las ambigüedades semánticas, entre si esto ha sido un
conflicto o simplemente asesinos y víctimas, a todas esas generaciones
venideras, la importancia de la palabra, el dialogo y la confrontación también,
pero en circunstancias de debate plural y pacífico. Toca salir de las
trincheras, de enriquecer la historia del País Vasco, procurando nunca olvidar
todo lo vivido años atrás.
Es hora de que todos aquellos que han amparado y
justificado al asesinato de gente inocente, den un paso al frente y tengan la
suficiente valentía de reconocer todo el daño causado a la sociedad vasca, y
condenar toda acción violenta de la banda terrorista. Es complicado ahora
determinar cuáles son los plazos para el acercamiento de presos, de negociar la
firme rendición del terrorismo, pero la reconciliación pasa por reconocer lo
anteriormente citado.
Por último, agradecer a todos aquellos que han aguantado,
que han peleado y que nunca han perdido la esperanza de traer la paz al País
Vasco. A todos héroes anónimos, GRACIAS. 
 
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