martes, 9 de septiembre de 2014

La lideresa que nunca fue

Por Raúl S. Saura

 

Se anunció por la tarde la noticia que ya rondaba en las quinielas de varios, la que supondría en algunas cabezas una lógica decisión de cara a las municipales de 2015 o un alivio para los de la propia casa: Ana Botella no se presentará a los próximos comicios como alcaldesa de Madrid.
Su corto mandato (desde 2011) se fraguó a la sombra de Gallardón, bajo cuyo ayuntamiento ocupó diversos cargos de creciente importancia hasta sucederlo en el puesto al ser nombrado ministro de Justicia. Quedó marcado por la indignación (residió en un spa en Portugal durante la tragedia del Madrid Arena), el ridículo ("relaxing cup of café con leche") o las habladurías: nunca recibió el apoyo del Partido Popular, fue considerada un lastre electoralmente y se le criticó muy duramente en tanto se afirmaba (y nada lo desmiente hasta la fecha) que su único logro en el CV era su matrimonio. Como elemento completamente ajeno a la meritocracia, como personaje sin el apoyo popular, se contempla su decisión (anunciada al presidente pocos días antes) como una maniobra desesperada del PP para no perder el ayuntamiento de Madrid por primera vez en 25 años. 
Ahora toca apostar por quién se postulará: si Esperanza Aguirre (quien la ha apoyado por Twitter tras mantener una bronca con ella en 2013), la lideresa infranqueable que contempla el puesto de alcaldesa incluso con avaricia según personas cercanas a ella; si Cristina Cifuentes, delegada del gobierno en Madrid que ha denegado por activa y por pasiva sus ambiciones políticas; o incluso Sáenz de Santamaría para contrarrestar a la primera. Nada hay claro a día de hoy, sólo que se llegó a presionar con persistencia a Botella para no presentarse a unas elecciones (algo que nunca ha hecho), el mismo González la consideraba un estorbo sin tener clara la revalidación él tampoco. 
Terminan unos años de administración marcados por la decepción de Madrid 2020, la huelga de limpieza o la naciente tragedia arbórea en la capital, que ya ha producido dos muertos por aplastamiento de ramas al caer. La condición económica de las cuentas tampoco ha acompañado tras los años expansionistas de su predecesor, pero el motivo principal del recelo con que se ve a Ana Botella proviene de la escasa afinidad entre unos y otra y recíprocamente. Llegó sin presentarse a unas elecciones y de esta manera se marchará, como si ni a ella ni a su partido les importará la opinión ciudadana; sus constantes meteduras de pata y conflictos han supuesto una pobre imagen para los votantes, que la consideran poco preparada o, directamente, con pocas luces. Su falta de empaque, de astucia y capacidad para el juego y la improvisación han quedado patentes en todo momento y nunca ha logrado aportar al mundo la imagen de líder deseada. 
Ahora las quinielas la dejan de lado tras incorporarla y vomitarla, y suman una interesante incorporación en la figura de la lideresa, pues esto fue siempre Botella: un abortado proyecto. La lideresa que nunca fue y a la que nadie echará de menos.

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