Por Daniel Hernández García
La resaca de la Diada de ayer, me trae al recuerdo el cuadro
de Goya “Duelo a garrotazos”, uno de los más famosos del pintor maño.
Goya murió y a pesar de querer representar lo que fue la eterna pugna entre
liberales y absolutistas, posteriormente fue una viva representación de la
historia contemporánea española.
Cada 11 de septiembre de los últimos años se convierte en
una auténtica bacanal independentista, agravada este año por el desafío
secesionista de Artur Mas, en forma de consulta por el ya famoso apelativo
“derecho a decidir” del pueblo catalán.
Más allá de la discusión en términos jurídicos, lo que está
significando cada año en Cataluña, es la más auténtica y veraz imagen del
cuadro goyesco, una firme división entre los independentistas y lo contrario,
un conflicto que cada día se recrudece más.
La crítica que centra esta reflexión personal gira en torno
a la hipocresía tanto del señor Mas como de los diversos gobiernos centrales
durante la joven democracia española. Del primer actor podemos afirmar el hecho
de que, mediante unos simples colores, un bandera y numerosas mentiras que
sirven a su vez para tapar la incompetencia de su gobierno, así como, la
corrupción que ante sí atesora su marca política.
Somos un país diverso, rico en cultura y con buenísimas y
honestas gente, y es muy normal que dentro de él confluyan muchas ideologías,
en este sistema democrático, por muy imperfecto que sea. Los sentimientos no se
pueden cambiar, y un independentista de cuna, es casi imposible hacerle cambiar
su postura en lo referido a su concepción de Cataluña y España.
Lo más doloroso es quizás que a otros tantos catalanistas
moderados, gente alejada de los pretextos de una separación entre ambos entes,
haya desembocado en un turbio laberinto hacia las ideas de Mas. Aunque
centremos la crítica en el Govern no se
puede obviar el papel fundamental de los medios de comunicación al servicio de
la causa separatista, así como sus secuaces (léase a la histérica y enfermiza Pilar Rahola), que han terminado por hacer olvidar a la gente más racional y
coherente de Cataluña.
El síntoma va “in crescendo”. Se está creando un clima de
cultivo traducido en pequeñas disputas con algún intento de agresión aislada de
bobalicones e imbéciles que aun así me hace pensar que hay un sentimiento
cívico de esta equivocada causa catalana. 
Los otros actores causantes de esta división, ha sido el
gobierno central que atendió durante muchísimos años a las numerosas
peticiones del gobierno catalán, cediendo en más y más autonomía por no tener
un frente claro de partidos constitucionalistas. Es debido recordar que
Cataluña goza de una amplia autonomía, más que una región de los landers
alemanes por ejemplo. 
Cataluña y sus gentes son un grandísimo patrimonio de
nuestro país, y no podría entender una España sin Cataluña. La incompetencia,
la deslegitimación de unos y otros, han propiciado que la fractura en Cataluña
y también con España, haya ido en aumento conforme pasan los años. Artur Mas sigue agarrándose a su asiento haciéndole creer a la masa social catalana que
la solución a sus problemas pasa por la separación respecto al resto del país. 
No voy a obviar a la cantidad de gente que ayer formo la
famosa “V” en Barcelona (creo recordar 1,200,000 personas según fuentes de la
guardia urbana de Barcelona), pero, ¿y el resto? ¿Por qué el resto de catalanes,
tan válidos en carnet de catalanidad (algo absurdo por cierto), se encuentran
acorralados por el clima imperante en Cataluña? 
El miedo comienza a ser palpable, más allá de que aún se mantengan las
formas cívicas. 
Lo que no voy a dudar es que hay una mayoría que
apuesta por la unidad, por no más fronteras y una convivencia ciudadana entre
catalanes y españoles. Democracia no es solo votar, es una parte esencial del
núcleo significativo de Democracia y si hay votación será el pueblo español
quién decida también. Porque Cataluña no es ni de Mas ni Junqueras ni de
nadie, es patrimonio de un gran país, España y de sus gentes, los españoles
vengan de donde provengan.
 
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