Por Daniel Hernández García
La política española, tiene una manera de actuar muy sui generis. A la dimisión de Ruiz Gallardón, que fue la primera del equipo de gobierno de Rajoy, se ha unido esta semana con la suya propia la ministra de sanidad, Ana Mato. Y he empezado mi reflexión sobre la acotación sui generis, es decir, una manera muy particular de actuación de nuestros políticos.
Ana Mato esta semana decidió dimitir de su cartera de ministra de sanidad tras su más que presumible imputación en el caso Gürtel. Muchos analistas políticos, así como los más primerizos en esto del estudio político, sabíamos que Mato había firmado su nota de defunción el día de la patética rueda prensa por el primer caso de ébola de nuestro país que, afortunadamente, no paso a mayores.
Aquella rueda de prensa fue realmente vergonzosa en lo referido a comunicación política: mirada pérdida, sin confianza alguna, esquivando cualquier pregunta acerca de su dimisión en un despropósito tras otro. Posiblemente estemos ante la parte más incompetente del gobierno marianista.
Pero claro, lo curioso y rocambolesco de todo esto es que la dimisión ha sido solo a un mero título o cartera política. Mato sigue expropiando de nuestro bolsillo a través de su incompetencia y desconocimiento del verdadero significado de la política (la propia vocación) al seguir ocupando un escaño en el Congreso de los Diputados. ¿De verdad que no deja de ser muy sui generis todo esto, no?
Y claro esto no es novedoso: el señor Ruiz Gallardón cobrará 8500 brutos por estar en el consejo consultivo de la Comunidad de Madrid, por lo que su salto en lo referido a su retribución económica tampoco lo ha notado mucho. Este gobierno, junto con los otros tantos que nos han gobernado durante toda la joven democracia española, ha perdido la legitimidad para reformar y atajar la lacra de la corrupción. Una corrupción cimentada en el saqueo, amiguismo entre las administraciones públicas, gobiernos y empresarios caraduras.
Las leyes deben esclarecer y ser lo más duras posibles para atajar esta lacra corruptela, así mismo el diagnóstico debe partir desde las bases de los mismos partidos, a través de sus estatutos prohibiendo que cualquier persona imputada: 1) Se expulse del partido y de la militancia hasta esclarecer los hechos, 2) Bajo ningún concepto formen parte de las listas para próximas elecciones. Aun así, el militante de base vive atado a los favores y servidumbre para encontrar un puesto y seguir chupándole la sangre al contribuyente, por mucho que su partido, sus cimientos, se estén tambaleando por el terremoto de la corrupción.
En definitiva, y como podemos ver una semana más y así lo reflejamos los analistas en lo acontecido a la política española, este hecho ha sido una crónica de una muerte anunciada. Pero no una muerte de ataúd, entierro y posterior lápida, en ese orden. Nuestros políticos no terminan de morir, prefieren convertirse, a través de un proceso de zombificación, en muertos vivientes que sientan su hermoso culo en las tribunas de un congreso, ayuntamiento, diputaciones, así como los numerosos y agigantados organismos públicos que forman parte del hipertrofiado estado español. Pero gustosamente siguen cobrando y precisamente no son actores de The Walking Dead.

No hay comentarios:
Publicar un comentario