miércoles, 25 de marzo de 2015

Arriesgó y ganó. Sobre Susana Díaz y las elecciones andaluzas

Por Raúl S. Saura

 

Como era de esperar, muchos apuntes han dejado las elecciones andaluzas. A nadie se le escapó la realidad de que se trataban de la primera contienda en un año plagado de elecciones. España, durante una semana, ha estado dirigiendo la mirada a Andalucía y bastante se podría escribir al respecto, pero por ahora la principal anotación es la siguiente.

Andalucía es una anomalía. Hemos presenciado el descenso brusco del PP, motivado, entre otras razones, por la dedocracia de Mariano Rajoy y por el castigo de los votantes, incluso algunos de los supuestos fieles a rajatabla, hartos de la corrupción y de la nula renovación política. La escasez de carisma de Moreno, además, no ayudó y el paupérrimo registro debería haber forzado una dimisión que en un país europeo se habría producido. El castigo ha ido dirigido solo hacia el PP y no hacia el PSOE, esa es la anomalía.

El partido del puño y la rosa va camino de convertirse en un nuevo partido andalucista y poco más, con una presencia meramente testimonial en el resto del territorio. Y es que Susana Díaz le ha dado a los socialistas la primera victoria desde 2008, lo cual no es moco de pavo. La presidenta de la Junta de Andalucía, ante la retirada del apoyo de IU, se decantó por convocar elecciones anticipadas y la verdad es que no pudo haberle salido mejor. Bueno, sí, una mayoría absoluta, pero a caballo regalado no se le mira el diente. Abanderada de la oposición a Pedro Sánchez, ha salido reforzada en tanto que el auge de Podemos y Ciudadanos apenas le ha rozado y ha presenciado a los otros dos viejos compañeros de baile desangrarse sin misericordia en la arena electoral, capeando el nubarrón con gracia sevillana y una planura de campeonato. Los de Albert Rivera, mientras tanto, le han arrebatado al PP los votos que UPyD nunca pudo ni ya podrá arrebatar. Los de Pablo Iglesias no pudieron frenar la hegemonía del PSOE andaluz, como les gustaría expresar en términos gramscianos, y la salida de tono de Luis Alegre al principio de la contienda ya lo dejaba entrever: tampoco contaban con ello. 

En cualquier caso, Susana Díaz vislumbró la oportunidad y no la dejó escapar. Se libró de los adversarios de toda la vida y consiguió neutralizar el avance de la regeneración en España. Con más cálculo que otra cosa se decidió a gobernar en solitario, cerrando el círculo del último de los tres saltos mortales emprendidos. Todo esto liderando el partido de los EREs y con el apoyo de, como lo definiera el arponero, dos metros de torpeza política. Por el momento, ha otorgado un balón de oxígeno para los suyos, varios de lo cuales ya llevaban un lustro en cuidados intensivos y alimentado una corriente dentro del socialismo que amenaza con llevarse por delante a Sánchez.

Hasta entonces, sigue sola porque sino la atrasarían en su caminar. Independiente, conectada con el electorado y la mente más astuta dentro del PSOE, Susana Díaz parece erigirse en la mayor rival de todos dentro o fuera de su comunidad. No sabemos el desenlace de las próximas elecciones locales, autonómicas y generales, pero, presumimos, no se darán sin seguir sus dictados. Ahora no solo ellos, toda la política patria más bien, recuerda a Juego de tronos. Los primeros cadáveres, a manos de la lideresa "de la izquierda".

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