Por Raúl S. Saura
Más allá de interpretaciones ideológicas y partidistas, 2014 pasará a la historia como un año ilusionante, pésimo, esperanzador u olvidable, pero nadie duda de que ha experimentado síntomas de cambio. En relación a España, ha visto surgir lo nuevo cuando lo viejo ha muerto, venía de envejecer y continúa por morir. Lo que algunos critican, lo que algunos definen negativamente pero que es una realidad histórica, el régimen del 78, está pasando por los peores momentos desde su instauración.
La Restauración 2.0 ha visto fallecer a Adolfo Suárez, artífice de la Transición y primer presidente de la democracia, a la Duquesa de Alba y al rey Juan Carlos I abdicar. En el terreno del periodismo, a Pedro J. Ramírez marcharse del diario que él mismo fundó. Son tiempos de cambio en los que lo añejo ha sufrido poderosas críticas que se han intensificado con respecto a los últimos años. No debe sorprender, el tiempo ha pasado y nuevas generaciones reclaman una posición en el tablero político, exigen una voz en la disputa por el poder y los mayores miran con recelo el manoseo de su legado. Hay cierta desconfianza de unos con respecto a otros, cierto inmovilismo mientras se clama otra cosa en las calles. Otra cosa que terminará por imponerse, el tiempo juega a su favor.
Sin mentar nombres ni siglas, otros artículos tendrán, otros años para su asentamiento, pero este, 2014, ha sido el del fin de lo viejo. El fin de una etapa que, así, comienza a desgajarse y agrietarse, a ceder fisuras por las que puedan avanzar quienes reclaman paso. No ha de sorprender, incluso no ha de asustar. Thomas Jefferson ya dijo que las constituciones debían modificarse o cambiarse por entero cada 19 años porque en el momento que una generación no la había elegido dejaba de ser democrática.
España ha conocido en las últimas décadas bajo el amparo de la Corona y los partidos políticos unos avances sin igual en su historia en lo relativo a Sanidad, Educación, paz y mejora de las condiciones de vida. Ha conocido las pensiones, los servicios sociales, los derechos y los deberes. Ha obtenido y perdido de la misma manera, con la velocidad de la locomotora, lo ganado en los últimos tiempos para retornar a la precariedad. Los jóvenes han emigrado a otros países, los adultos han dado con sus huesos en el paro, los casos de corrupción que han proliferado por todo el territorio han han salido a la luz gracias al trabajo de la prensa, no de un sistema judicial sin recursos ni la suficiente independencia. Es decir, el régimen del 78 ha sido criticado en los últimos años hasta tal punto que los gritos no pueden darse por no escuchados en según qué instancias. El 15M supuso el punto de inicio para posteriores movimientos sociales, partidos políticos y organizaciones solidarias. 2014 ha visto florecer a españolas y españoles así, ha conocido la queja ante acuerdos anteriormente considerados incuestionables. Ha escuchado la réplica. Lo viejo se niega a marchar, a ser cuestionado, pero el tiempo ha pasado y las palabras se ponen en duda aún más cuando continúan por no ir acompañados por hechos. Los principios inmateriales de nada sirven ante un pueblo hambriento y desahuciado.
Dejando para otro día la cuestión de si el cambio se impondrá en 2015, año de elecciones, toca afirmar, porque no queda más que señalar la redondez de la Tierra, que lo viejo ha recibido una estocada letal en 2014. Que ha comenzado a replegarse, a lamerse las heridas, a morir. Ahora, una nueva generación reclama paso para hacer lo que quiere, como hiciera la anterior. Lo harán con mayor tronío o menores propuestas, pero, por ahora, no se está perdiendo ningún funeral.
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